Disciplinada, terca y feliz: así se define Juli Puente, la primera mujer que hizo historia luego de realizar este último fin de semana el primer Luna Park en movimiento. Se trató de un show que estuvo dedicado a miles de mujeres que entrenaron en vivo junto a ella en el mítico escenario porteño, tal cual lo hacían durante la pandemia desde el encierro de sus casas, siguiéndola por streaming. Por ese entonces, tenía 70 mil los seguidores; hoy cuenta con una comunidad de casi un millón de Shulais.
—Juli, ¿podés creer lo que acabas de vivir?
—Aún estoy en shock. Me pregunto a mí misma: “¿Qué fue lo que pasó?”. Es una locura. Es la primera vez en Argentina que se hace un Luna Park de movimiento y estoy flasheada de ser yo la que lo llevó a cabo. La verdad que no, no caigo.
—¿Qué sentiste cuando saliste a escena?
—Una sensación de gratitud que te hace sentir por un lado inmensa, pero por otro lado chiquita, porque decís: “¿Qué hago yo entre toda esta gente? Toda esta gente que eligió venir a moverse”. Tuve la necesidad de quedarme unos minutos en silencio contemplando todo desde arriba del escenario, porque realmente no podía creer lo que estaba viviendo.
—¿Salió como esperabas?
—Mejor de lo que imaginaba, porque lo que yo hago tiene esa cuota de espontaneidad, de ser genuina. Se me van todos los nervios cuando salgo al escenario y te juro que es la primera vez que hice un Luna Park, pero me sentí como si hubiera hecho 20 de la comodidad que manejaba. Me acordaba mucho, mientras estaba arriba del escenario, cuando hacía los cardio de la felicidad en el living de mi casa.
Fue una tarde en los inicios de 2020, en plena pandemia, cuando Julieta decidió prender su celular y realizar un vivo de Instagram transmitiendo uno de los entrenamientos que ella practicaba, con el objetivo de motivar en un momento tan duro como fue el de aislamiento social, preventivo y obligatorio, que no permitía a la gente ir al gimnasio, salir a correr o realizar deporte alguno.
“El primer vivo que hice lo transmití desde la cuenta de una de las marcas que me sponsoreaba y me re gustó -recuerda-. Pero un día mi pareja, Facu (Miguelena), que siempre me baja a tierra y hoy es mi productor, me dijo: ‘Hacelo desde tu Instagram, crea algo que sea tuyo’. Y empecé… La primera vez había 400 personas conectadas, y al cabo de dos semanas ya tenía 25 mil”. Fue ahí cuando Julieta empezó a tomar conciencia del compromiso que debía asumir para con sus seguidores, que fueron creciendo de forma exponencial día a día, hasta que formaron un club de fans que se denomina Las Shulais. Están alrededor de toda la Argentina, y también llegaron a Uruguay.
Ante la repercusión, decidió volcar su tiempo completo a lo que llamó El Cardio de la Felicidad. Quería programar cada entrenamiento, estudiar para recibirse de personal trainer y así profesionalizar las transmisiones en vivo, por lo cual se vio obligada a renunciar a su trabajo como periodista de El Trece.
“Fue un verdadero salto al vacío y tuve muchísimo miedo, porque fui a renunciar en plena pandemia, con incertidumbre total. Además mi pareja no tenía trabajo porque él es piloto de avión y en ese momento no había laburo por la cuarentena, y durante un par de meses estuvimos bastante jodidos. A nivel de que una vez lo mandé a Facu a la verdulería a comprar tres bananas y volvió con una porque no le alcanzó la plata”.
Por aquellos días la situación era difícil: los entrenamientos no le daban dinero porque eran completamente gratuitos. Así y todo ella sentía que debía continuar, había una voz en su cabeza que le repetía: “Es por acá, con trabajo y disciplina vas a llegar a donde quieras”.
“Yo creo que lo que hizo que yo pase del living de casa a un escenario inmenso fue tener en mi mente todo el tiempo el objetivo de motivar a la gente desde un lugar sano y no desde un extremo -expresa, en diálogo con Teleshow-. Y siempre entendiendo y siendo empático con que mis seguidores tienen la misma vida que yo. Te pasan cosas buenas y te pasan cosas malas, pero a través del movimiento podes lidiar con esas batallas”.
Así fue cómo pudo resurgir de sus cenizas Julieta Puente, quien allá por el 2007, cuando tenía 14 años, fue diagnosticada con anorexia: llegó a pesar 37 kilos. Ahora busca concientizar a través de un mensaje de amor propio. Y asegura que la lucha contra un trastorno alimenticio es de todos los días.
—En tus redes transmitís un mensaje de amor propio, disciplina y cuidado del cuerpo. ¿Considerás que alguna vez te faltó todo eso?
—Un montón de veces. Yo tuve anorexia muchos años y la pasé muy mal. Me sentía triste, no podía salir adelante, me miraba al espejo y no me gustaba lo que veía.
—¿Sentís que te curaste?
—Es un laburo de hormiguita de todos los días. Compartirlo en las redes sociales también hace que sea un trabajo de sanación mutua, mío y de quienes lo padecen. Está bueno contarlo abiertamente porque quizás la gente te ubica en un lugar en el que a vos ya no te pasa nada, ya no tenés el problema, ya te podes comer la hamburguesa feliz… ¿Y sabés qué? No. Hay días en los que no puedo, y hay otros en los que recontra puedo.
—¿Qué te da fuerzas en esos días en los que no podés?
—El mirar para atrás y ver todo lo que logré, que siento que hoy mi logro más grande va a ser poder decir: “Che, hice un Luna Park. Si yo pude con eso, puedo con todo”. Y está bien aceptar que hay días o momentos en los que uno no está bien.
—¿Por qué hablás tanto de este tema en las redes?
—Porque hoy por ahí me puedo parar desde otro lado y ayudar a muchas chicas que están transitando un trastorno de alimentación, que no es joda. Hay mucha gente que está internada y lamentablemente pierde la vida por tener esta enfermedad, que hoy se ve cada vez más por todo lo que pasa en las redes. Yo quiero usarlas de forma distinta, para lo opuesto. Para ayudar, motivar, y para que, si estás transitando un TCA, me creas que moviéndote podemos hacer que te sientas mejor y salgas adelante. Esa transformación para mí fue clave. Pero también fue clave haberlo vivido yo.