Podría ser el comienzo de una charla con un bot de Inteligencia Artificial.
–Hola, ¿cómo estás? –pueden preguntarle desde la Estación de Estudio del Espacio Profundo de Neuquén. Del otro lado, muy lejos, a 300 mil kilómetros de la Tierra, está el bot: un módulo o nave interplanetaria o robotito con un nombre mitológico: Yutu, en mandarín un conejo que vive junto a una princesa llamada Change o diosa de la Luna. En 2019, el robot Yutu pisó el lado oscuro de la Luna para la misión del Chang´E-4. Ese día China logró el hito de convertirse en el primer país en pisar la zona más antigua, misteriosa y más grande de la superficie lunar. Un año después, el Chang´E-5 aterrizó del lado cercano pero volvió a la Tierra con dos kilos de suelo lunar, también por primera vez en más de cuarenta años. Para entonces, la antena de Neuquén llevaba dos años operando, recibía y enviaba información, era una de las tres antenas chinas dirigidas al espacio profundo y la única fuera de su territorio. Estados Unidos se había quedado dormido, dicen quienes pasaron por la Estación: llevan unos cincuenta años de retraso en la carrera espacial.
–¿Podes mandarme la posición del sol? -–podrían pedir al bot desde la Tierra y no es que no sepan dónde está el sol sino que buscan saber donde amaneció el módulo. “También le pedimos que controle la temperatura exterior, por ejemplo, o parámetros parecidos como para entender si todo está en orden”, dice a modo de explicación uno de los científicos que pasó por Neuquén. Así, pueden conectarlo primero para chequear que todo esté en condiciones y más tarde para pedir otras cosas. “Necesitamos que mañana sobrevueles la zona –le dicen– y saques una foto o midas el campo magnético y mandes la información”.
Eso es lo que hace la antena. Transmite información y recibe mensajes, según explica el mismo científico. Hasta ahora, brindó apoyo a tres misiones del Programa Chino para la Exploración de la Luna: Chang’E-3, Chang’E-4 y Chang’E-5 y dio soporte a la misión a Marte. Pero la Luna es también territorio de disputa. Como la Antártida contiene una reserva de recursos escasos en la tierra, minerales raros, titanio, uranio, helio-3 y por la ausencia de vientos parece ideal para la producción de energía solar. Años atrás, Estados Unidos la declaró objetivo estratégico. Pero aún así, ni la carrera espacial ni el retraso norteamericano ni siquiera los recursos –de producción cara y traslados aun fuera de escala–, parecen explicar por si solos la embestida contra la antena, de parte de la generala Laura Richardson y el embajador Marc Stanley que, literalmente, salió a ponerlo en agenda durante una entrevista.
Sabino Vaca Narvaja viene ensayando algunas hipótesis. Ex embajador argentino en China, dice: “La Estación es determinante para el programa espacial chino, pero también para nuestro ecosistema científico a raíz de que China comparte información con Argentina”. A su criterio, este momento tiene elementos viejos como otros reclamos de la propia Richardson y otros novedosos. Uno es el contexto electoral en Estados Unidos. “Cómo sabemos, este es un año electoral en EE.UU. y el presidente Biden busca su reelección”, publicó días atrás en El Dipló. “Por tal motivo, intenta mostrar su capacidad de impulsar la economía para inyectar confianza en sus potenciales votantes. Más allá de las políticas que promueva para reforzar ese aspecto, el tema China aparecerá repetidamente en la narrativa oficial. Máxime cuando el oponente es el ex presidente Trump, para quién la prioridad en política exterior está dada por el desafío que Pekín plantea a Washington por la hegemonía mundial”.
En ese contexto, hay otro dato. El nuevo presidente argentino. “Un gobierno que despliega una sobreactuación de la relación con EE.UU. –dice ahora a Página12-– que genera que se le dé relevancia a todos los intereses de ese país por encima de nuestros intereses nacionales”. Por ejemplo, cita la última compra de los aviones “que según dijo el propio ex embajador de Macri, Diego Guelar, son ´Falcon Viejos´”. Y critica: “no sólo la compra a una potencia de la OTAN, con fuertes restricciones, sino un equipo con un gran costo de mantenimiento para, encima, estar en condiciones inferiores respecto a la tecnología manejada por Inglaterra, que así en todo momento podrá monitorear nuestro desarrollo armamentístico y tecnológico para la defensa”.
China que nunca respondió tan insistentemente a los reclamos como en estos meses, el viernes a la noche publicó un nuevo comunicado con otra dura crítica a Richardson.
Neuquén, la antena y el relato fantástico
Las crónicas de la estación patagónica suelen crecer al ritmo de la agenda de la Embajada. Tras algún reproche por la intervención, comienzan las crónicas de un pueblo donde casi nadie parece conocer qué hay del otro lado de un alambrado o llegan cámaras de televisión para tocar timbre y esperar a alguien que siempre termina saliendo a la puerta para pedir un pase que nadie tiene.
– No entiendo por qué se sorprenden tanto –dice el mismo científico que estuvo allí–. ¿Acaso cualquiera puede entrar a una central como la de Atucha? También tienen que pedir permiso.
Pablo Coppari es periodista de TV Pública, y pasó dos días en la Estación. “En el año 2015 empezó este relato de ´base china´ un poco por algunos locales disconformes y otro poco por un programa de televisión famoso en esa época que generó un relato fantástico con cámaras desde afuera de la estación”, dice. “Soy conductor y productor, trabajo en TV Pública y otros medios, llegué tras la convocatoria para conducir programas sobre la cooperación entre Argentina y China por los 70 años de la creación de la República Popular. En el mismo ciclo visitamos las represas de Neuquén, el parque fotovoltaica de Jujuy, el puerto de Timbues y algunos proyectos culturales en Buenos Aires. Lo que más me sorprendió de la Estación es cuando entré que solo había 6 personas trabajando dentro del lugar. También la libertad con la que nos movimos los dos días que estuvimos ahí”.
Ubicada en una localidad llamada Bajada del Agrio de 800 habitantes y a 250 kilómetros de Neuquén, la Estación está en un predio de 200 hectáreas. Pese a los reclamos de EEUU no tiene fisuras legales y pasó por avales de todos los gobiernos. Nació en 2014 de un acuerdo de cooperación entre la china Satellite Lauch and Tracking Control General y la argentina Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conea), para establecer una Estación de Espacio Lejano en Neuquén operado por China y con acuerdo de trabajo a 50 años. Fue ratificado por Ley y una enmienda en el Gobierno de Mauricio Macri. Incluye una cogestión con la provincia.
La misma fuente acentúa tres cosas: no hay cláusulas secretas, no es una base militar sino un predio civil y tiene control argentino. La comparación es con la Estación de Malargüe: destinada al espacio profundo no se critica porque es producto de una cooperación con la Unión Europea.
El hongo y el espacio
La Estación, es cierto, tiene una antena enorme: 35 metros de diámetro. El hongo blanco, le dicen en el pueblo. Pero Estados Unidos tiene estaciones de 90 metros y en complejos: varias antenas, no una. Aclaran. Pero, ¿por qué ahí? China necesitaba una antena complementaria a sus dos antenas y debía estar localizada en el sur del planeta: una zona con poca tierra disponible y donde Argentina ocupa un lugar de privilegio.
– ¿Por qué tan ancha?
– Son antenas muy, muy grandes –dice el mismo experto–. Y son así porque sirven para aumentar una señal: para que llegue muy lejos, en este caso hasta el espacio profundo; pero además tiene que llegar hasta allá y ser decodificada por la antena de la nave y que pueda captarla. El comando de acá da una orden, el módulo-nave recibe y envía la respuesta. Pero insisto, la antena recibe información de muy lejos. Por eso, tiene que estar, además, muy bien enfocada sobre la nave para no perder la señal.
Así, la antena envía y recibe información en datos, paquetes de bits: cero uno, cero, uno. Sólo envía y recibe, porque las preguntas las hacen científicos de Beijing que también leen las respuestas. “Neuquén aloja la antena, pero la interacción entre nave y antena es de ellos. La orden está preparada por los colegas de China”.
Y otro elemento importante: “La nave necesita permanecer mucho tiempo en las mejores condiciones y para eso debe ahorrar toda la energía posible. Por eso, envía una señal relativamente débil y la tierra necesita una antena muy potente para captar esa señal tan débil desde el espacio”.
– Toda tecnología es dual. Ese es uno de los argumentos que aparece cada vez que alguien escribe un artículo y quiere criticar el experimento.
– Esta antena no sirve para espiar objetos que orbitan alrededor de la Tierra –explica el guía– porque pasan por el ángulo (de la antena) muy rápido. ¡Que digan eso es irracional! La antena sirve para distancias muy lejanas, para un apuntamiento muy finito, comunicarse y captar una señal muy débil y luego transmitirla. ¡Para fines militares no sirve!
La carrera y los descarriados
China llegó tarde a la carrera espacial, pero avanza hace 20 años. En 2003, envió su primer hombre a la Luna, desde entonces hizo cuatro lanzamientos y dos hitos. Uno es el lado oculto con la llamada cuenca Aitken: la zona más antigua y más grande que por su rotación permanece oculta de la Tierra, pero tiene día y tiene noche y un terreno rico en información porque no fue sometido a la radiación terrestre y conserva registros geológicos de millones de años.
Ese es uno de los objetivos de la carrera espacial: investigarlo. Otro objetivo del programa chino es más distópico: poner una estación autónoma dentro de las cavernas para establecer un hábitat primero con robótica y después como humanos, según explican. Pero volver a la Luna con humanos es difícil para ellos, para Estados Unidos e incluso para Rusia. En cualquier caso es el contexto de la discusión y la escala de la pelea.
AUTORA: Alejandra Dandán-Página 12.-