De “La patria es el otro” a “La culpa es del otro”. Parece un juego de palabras pero hoy este enroque verbal da cuenta de un estado de cosas. La publicación en la tarde de este jueves de los datos oficiales de la pobreza medidos por el INDEC desató una estampida mediática.
“Es toda tuya, Milei”, marcó el inició de una seguidilla de recriminaciones. La clase política en su conjunto salió a desmarcarse de responsabilidades y tomar distancia de los números que causan espanto.
“No nos engañemos: las consecuencias del populismo se pagan”, aportó desde X Mauricio Macri. El ex presidente salió a respaldar al libertario a apenas minutos de que se oficializara el dato y mientras Javier Milei en un destiempo que tendrá costos políticos, se pavoneaba en el balcón de la Casa Rosada con Susana Giménez a pura algarabía.
“El día que Thor conoció a la Su”, posteó Karina Milei, exactamente a las 16 de este jueves, en el mismísimo instante en que las pantallas se recalentaban con los datos más crueles de la realidad.
La foto que la secretaria general de la Presidencia subió a su cuenta la muestra exultante, tan sonriente como feliz junto a Susana Giménez, sujetando ambas al Boyero de Berna que le endulza los días en el despacho presidencial, un hermoso cachorro macho tricolor a quién el vocero presidencial presentó a su llegada como “un nuevo integrante del equipo en Casa Rosada”. Todo muy tierno pero desfasado. Muy poco empático con la gravedad social del momento.
Si las imágenes celebratorias que salieron de la Casa Rosada fueron parte de una estrategia para distraer de los amargos números del INDEC, puede que no haya resultado una maniobra acertada. No funcionó.
Mientras en el reality de Casa de Gobierno se registraban estas dulces escenas de la vida familiar, la dirigencia de todos los espacios se desgañitaba en los micrófonos y las redes identificando responsabilidades.
Luis Caputo también tuiteó. “Prueba contundente de que no es una exageración cuando el presidente Milei dice que si no hubiéramos evitado la catástrofe que muchos predecían, la pobreza podría haber llegado a niveles del 80 o 90%”. Argumentos contrafácticos para justificar la demolición.
“Los pobres del massazo”, instaló el dispositivo en redes del troleo oficialista. El control de daños incluyó una arremetida desde el Ministerio de Capital Humano replicando con el aumento de los montos otorgados vía AUH y Tarjeta Alimentar y la denuncia de las “bombas implantadas” por el kirchnerismo a las que el vocero presidencial atribuyó el devastado panorama socio-económico.
La foto del presente es insufrible. La pobreza medida por ingresos da cuenta de que el 52,9% de los argentinos vive por debajo del nivel del mar. Son veinticinco millones de personas, de las cuales 5.379.588 revistan en condición de indigentes. O sea, pasan hambre.
Todos con el espejo retrovisor. Nadie se anima a mirar hacia adelante. Si el 66,1% de los niños menores de 14 años son hoy pobres en la Argentina, no hace falta ser muy agudo para imaginar cómo será nuestro país en los próximos años, cuando esta generación, de verdad diezmada, llegue a la mayoría de edad.
El Gran Resistencia aparece como un agujero en el mapa del futuro inmediato. Con una pobreza del 76,2% está al tope de la catástrofe generacional que preanuncian estos datos.
En el Conurbano tampoco hay nada que alivie el desasosiego. En las zonas más pauperizadas del gran Buenos Aires el 59,7% de los mortales no araña los mínimos ingresos para no ser pobre y el 22,7% chapalea en la indigencia.
Con relación al segundo semestre de 2023 la pobreza aumentó 11,2 puntos. Pasó del 41,7% al 52,9%. Esto significa que en el primer semestre de 2024 ingresaron en la estadística 5,3 millones de nuevos pobres, de los cuales 2,9 son indigentes. ¿Son de Milei, o vienen de arrastre del Plan Platita?
El argumento de que la ayuda social que está bajando de la “billetera abierta” de Sandra Pettovello emparda con la canasta básica alimentaria y que el desplazamiento de los “gerentes de la pobreza” augura que los datos se revertirán ignora una realidad aún más dura: la emergencia de una nueva y creciente pobreza. Se trata de quienes, teniendo trabajo se caen por debajo de la línea cada día.
No se trata de vagos, ni de indolentes, ni de planeros, ni de gente que vive esperando la dádiva del Estado. Hay millones de almas que se trepan en los trenes todos los amaneceres para salir a ganarse el mango y no llegan a redondear un ingreso digno.
La novedad más contundente es el ingreso a la categoría de pobres de miles de trabajadores ocupados registrados y no registrados y de cuentapropistas. Son los que llevan la parte mas dura del ajuste, a los que el salto inflacionario del 79,8% de los primeros seis meses de este año golpeó en su línea de flotación.
La discriminación de culpas y responsabilidades no alcanza para mitigar los efectos de esta devastación social. Para estos argentinos sobrevivir es hoy un acto de heroísmo. Es la abnegada paciencia social a la que hay que salir a confortar y celebrar, no el transfuguismo de ocasión de un grupo de diputados.
El argumento del oficialismo de que estos números empezarán a reaconomodarse y que los datos de la UCA, que mide la pobreza con parámetros multidimensionales, ya dan cuenta de esa tendencia, no alcanza frente al desconcierto que genera el futuro.
La explicación de que sólo el ordenamiento de la macro permitirá naturalmente que el mercado derrame sus beneficios confronta de manera perdidosa con los tiempos vitales de esta generación.
Puede que el descarte de los viejos sea un precio que muchos están dispuestos a pagar para sanear la economía, puede que la “batalla cultural” incluya un costo inexorable en vidas perdidas, pero la idea de un futuro de país se extravía cuando los abandonados a la buena de de Dios son los jóvenes y los niños.
Las señales de alarma que las últimas mediciones de imágen del Presidente de la Nación, quien en septiembre ha perforado el 50%, y la conciencia de que es el acompañamiento social el principal insumo de un gobierno lleno de fragilidades, obligan a mirar en cuanto las formas de la comunicación política empieza a dañar al oficialismo.
Interesa saber si los errores no forzados de las últimas semanas tienen que ver con una dificultad personal del jefe de Estado para empatizar o con fallas profesionales en el manejo de la política comunicacional. Los liderazgos no se sostienen solo con artilugios del marketing político.
El gobierno de Javier Milei entró en una nueva etapa. El oficialismo enfrenta el desafío de avanzar en temas muy sensibles. Sostener el veto presidencial a la reforma jubilatoria y la posterior celebración en Olivos se va llevando puestos algunos cuantos puntos del fervor popular por el presidente libertario. La cuestión del financiamiento de las universidades, cuya ley Milei ya anunció que vetará de manera total, probablemente sea el tema más crítico de los que están en puerta.
Las veleidades de líder global del libertarianismo que Milei desplegó en su presentación ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que descalificó en durísimos términos a la Organización de las Naciones Unidas y oficializó la disociación de la Argentina del Pacto del Futuro seguramente complicará la llegada de inversiones al dejarnos aislados del mundo y alineados con los regímenes más autoritarios del planeta.
¿Cuánto puede tardar en llegar un relativo alivio económico que vaya rescatando de la pobreza a cientos de miles de argentinos? ¿Cuánto se tardará en salir de pobres si todo sale bien? ¿Quiénes y cuántos sobrevivirán en el intento? ¿Cuántos quedarán en el camino?
Alguien tiene que salir de la mezquindad política de andar revoleando culpas y proponer algunas acciones que ayuden a amortiguar las consecuencias inevitables que implica haber desalojado a millones de argentinos de una vida digna.
La fatiga social por el esfuerzo sostenido que implica el ajuste más profundo de la historia reciente demanda algún tipo de compensación relacionada con la empatía. Mirar para otro lado, anclar solo en consignas irreductibles, desconocer los cambios emocionales que animan este tiempo puede ser muy detersivo de la consideración popular.
Se esperan señales, gestos compasivos, algo que ayude a sobrellevar el ominoso peso de la realidad.
AUTORA: Mónica Gutiérrez- Infobae.-